Regionalismo y nacionalismo durante la Restauración
Introducción
Uno de los hechos más importantes del final
del siglo XIX fue la aparición de movimientos políticos de carácter
nacionalista en la periferia peninsular. Hasta la Restauración, la reivindicación foralista o nacionalista se había
canalizado a través del republicanismo federal y del carlismo. Debilitadas
ambas corrientes, surgen ahora movimientos que reivindican los derechos
históricos catalanes, vascos, valencianos, gallegos y andaluces.
El movimiento regionalista en España tiene tres características que lo
definen:
El aspecto histórico-cultural que se encuentra vinculado a la existencia de lenguas romances utilizadas por las propias instituciones políticas medievales: gallego, portugués, castellano y catalán.
El aspecto social que está representado por una burguesía cuyos intereses económicos les lleva a marcar las diferencias de sus regiones con el resto de España.
El aspecto político que a través de una reforma de las instituciones pretende alcanzar un régimen autonómico en el que se desarrollen plenamente los aspectos anteriores.
El aspecto histórico-cultural que se encuentra vinculado a la existencia de lenguas romances utilizadas por las propias instituciones políticas medievales: gallego, portugués, castellano y catalán.
El aspecto social que está representado por una burguesía cuyos intereses económicos les lleva a marcar las diferencias de sus regiones con el resto de España.
El aspecto político que a través de una reforma de las instituciones pretende alcanzar un régimen autonómico en el que se desarrollen plenamente los aspectos anteriores.
Desde
el punto de vista político, «Centralización» y «Autonomía» han estado siempre
presentes en la historia de España, y ambas son expresiones de dos mentalidades
diferentes.
Una identificada con la España castellana
(centralismo), y la otra, representada por determinadas regiones periféricas
(autonomía). El movimiento regionalista será más fuerte y surge antes en Cataluña y
País Vasco, al darse al mismo tiempo una diferenciación
lingüística, en la que se basa el sentimiento nacional, y existir una burguesía
desarrollada con una ideología nacionalista. Ante la falta de una burguesía
fuerte que los impulsara, el nacionalismo gallego, valenciano y andaluz,
fueron más débiles, pero estos contaban ya con sus defensores a finales del
siglo XIX (desarrollo a principios del siglo XX).
El
Catalanismo
En Cataluña surgieron los primeros grupos nacionalistas en torno a
intelectuales como Prat de la Riba. En 1892 los distintos grupos de tendencia
nacionalista se fusionaron en la Unió Catalanista, cuyo programa fundacional, las Bases de Manresa, constituyó el documento
básico del nuevo nacionalismo catalán. Se trata de un
movimiento esencialmente burgués, que plantea una
propuesta de sistema federal en el que las regiones obtuvieran un régimen de
autogobierno con instituciones propias. El movimiento se expandió a lo largo
de los años noventa, y tomó un importante auge en las instituciones catalanas, captando a un sector importante de las
clases medias y altas de Cataluña. Pero a pesar de esto, el catalanismo seguía
siendo una tendencia minoritaria en 1898.
Durante los congresos catalanistas de la década de los ochenta se
pusieron de manifiesto los valores espirituales y materiales de Cataluña, que
se sienten amenazados por el modelo centralizador de la Restauración. Dos
hechos derivados de esta política centralista preocupaban a los catalanes: el Código Civil, que amenazaba el Derecho
catalán y la política librecambista, que perjudicaba su
industria textil.
El impulso del catalanismo se vio reforzado tras la Exposición Internacional de Barcelona de 1888, donde se dio la conjunción de los dos tipos de intereses: lingüístico-cultural y económico. A partir de este momento, intelectuales y burgueses establecen los
puntos básicos del catalanismo: reivindican la autonomía catalana dentro de un
Estado español federal, con unas Cortes catalanas, el catalán como lengua
oficial, cargos sólo para catalanes, Tribunal Supremo Propio...
Estos
puntos se concretan en las Bases de Manresa (1892),
momento que puede considerarse el inicio del catalanismo. Al ser la burguesía
la que aspira a controlar el autogobierno podemos hablar de una verdadera
revolución liberal burguesa para Cataluña. Tras el desastre del 98, las Bases
de Manresa serán el punto de partida para la fundación de un partido político:
la Lliga regionalista (1901), obra de Prat de la Riba y Cambó,
quien trasladó el catalanismo de las manos de los intelectuales a las de los
políticos conservadores. Cambó hizo de la Lliga un partido
monárquico, conservador y de base burguesa que aspira a la autonomía política y
cultural de Cataluña en el marco del Estado español: «una Cataluña grande en una España grande». Prat de la Riba creó la «mancomunidad catalana», unión de las cuatro diputaciones
provinciales catalanas para tratar asuntos comunes de carácter administrativo.
La creación de una
coalición de partidos integrados en Solidaridad Catalana (1906) sirvió para reforzar el catalanismo. A
partir de este momento tuvo una participación muy importante en la oposición al
gobierno central de Madrid.
El Nacionalismo Vasco
El movimiento vasco surgió
en fechas más tardías. En 1895 Sabino Arana fundaba el Partido Nacionalista Vasco (PNV), en torno a un grupo de reivindicación foral
vizcaíno. Aunque en
un principio sus planteamientos fueron muy radicales, proponiendo la secesión frente al Estado español, poco a poco fue moderando su
postura, renunciando al
separatismo y conectando con el ideario cristiano para fundamentar una opción
nacionalista más bien conservadora, que arraigó fácilmente en unas clases
medias que veían con temor el crecimiento del socialismo entre la clase obrera
vasca.
Arana
intentó por todos los medios desvincular el nacionalismo vasco del carlismo,
del que rechazaba su reaccionarismo. Sus primeras manifestaciones tuvieron
lugar en Bilbao, en ellas exponía la reacción de una región económicamente
avanzada, que estaba en contra el centralismo del gobierno.
El nacionalismo vasco reivindica las antiguas instituciones forales,
exponente de las libertades políticas medievales, perdidas como consecuencia de
la derrota del carlismo frente al liberalismo centralista (1876). El Partido
Nacionalista Vasco planteaba:
Un programa basado en la recuperación de sus fueros y llegar así a la independencia absoluta.
Violenta concepción de raza y lengua.
Vinculación al catolicismo (muchos de sus miembros eran sacerdotes).
Sin embargo, el PNV no pudo presentar un proyecto de cohesión regional. Se lo impidieron: la lengua vasca, no conocida por gran parte de la población debido a la emigración interior; la actitud de los carlistas, recelosos de un separatismo tan radical y, en tercer lugar, los socialistas, numerosos en Bilbao y contrarios al catolicismo reaccionario. Tampoco contó con el apoyo de la alta burguesía.
Un programa basado en la recuperación de sus fueros y llegar así a la independencia absoluta.
Violenta concepción de raza y lengua.
Vinculación al catolicismo (muchos de sus miembros eran sacerdotes).
Sin embargo, el PNV no pudo presentar un proyecto de cohesión regional. Se lo impidieron: la lengua vasca, no conocida por gran parte de la población debido a la emigración interior; la actitud de los carlistas, recelosos de un separatismo tan radical y, en tercer lugar, los socialistas, numerosos en Bilbao y contrarios al catolicismo reaccionario. Tampoco contó con el apoyo de la alta burguesía.
Regionalismo Gallego
El teórico del regionalismo gallego fue Alfredo
Brañas, quien propuso
una descentralización a fondo dejando como atribuciones del gobierno central de Madrid: «representar
a España» en las relaciones internacionales, la
organización del ejército, obras de interés general, resolución de conflictos
interregionales y la elaboración de los presupuestos generales.
El regionalismo gallego no
aparecerá estructurado y organizado hasta el final de la dictadura de Primo de
Rivera, en la Organización Republicana Gallega Autonomista (ORGA). La falta de una burguesía fuerte que lo impulsara fue la causa
principal de su debilidad.
El Regionalismo Andaluz
Dos
momentos cruciales de la historia contemporánea de España intervienen en el
origen y constitución del regionalismo andaluz: la revolución de 1868 y la
crisis de 1898. Pero las primeras formulaciones regeneracionistas andaluzas
no tuvieron lugar hasta principios del siglo XX. Estas aparecen en el Congreso
Andalucista de Ronda (1913), en el que participó activamente Blas
infante. La vertiente económica fue el punto de unión del movimiento
regionalista andaluz (atraso económico respecto al resto).
Del congreso de Ronda nació el proyecto de creación del Centro Andaluz de Sevilla, cuyos fines eran
despertar la conciencia del pueblo y encauzar las aspiraciones regionalistas.
En 1916 el Centro Andaluz de Sevilla publica un Manifiesto y un Programa
Regionalista, inspirado en el regeneracionismo: la región
para la patria, no contra ella.
Blas Infante, organizador y presidente del Centro Andaluz, expone los fines y medios de una actuación política: «Hacer de Andalucía una patria regional» y de «España una patria nacional». Infante pretende
estrechar la solidaridad entre las provincias andaluzas para incrementar después los lazos entre las regiones españolas. Con la
acción regionalista se pretende la regeneración española.
El programa regionalista no se inscribe en una línea revolucionaria, sino en el movimiento ideológico de Joaquín Costa, que expone la necesidad que Andalucía tiene de encontrar su verdadera identidad.
El programa regionalista no se inscribe en una línea revolucionaria, sino en el movimiento ideológico de Joaquín Costa, que expone la necesidad que Andalucía tiene de encontrar su verdadera identidad.