EL régimen de Franco: fundamentos ideológicos, bases sociales e instituciones. 


Introducción.
1. Fundamentos ideológicos del régimen franquista.
2. Apoyos sociales.
3. Institucionalización del Estado franquista: las familias del régimen.
4. Conclusión.

Introducción.
La España de 1939, terminada la guerra, era una nación arrasada material, demográfica y emocionalmente. Sobre las ruinas de un país agotado por el conflicto, se desarrollará un nuevo Estado caracterizado por la centralización absoluta del poder en la figura del General Franco, la persecución y represión sistemática de cualquier tipo de oposición y por el establecimiento de una economía de autarquía, provocada por el aislamiento. La dictadura se extenderá durante casi cuarenta años, marcando profundamente a dos generaciones de españoles, y también la vida política de la posterior transición democrática.
Dentro de un aparente inmovilismo, el régimen franquista fue adaptándose a las diferentes contextos internacionales con las que tuvo que convivir, desde el alineamiento con Hitler y Mussolini durante los primeros años de la II Guerra Mundial, a la neutralidad del final del conflicto. El aislamiento de la posguerra finalizó con la Guerra Fría, permitiendo a la dictadura salir a flote, una vez que fue reconocida y apoyada internacionalmente por EEUU. 
La expansión económica de los años sesenta hizo inevitable la penetración en España de movimientos culturales e ideológicos procedentes de Europa, provocando la aparición de una movilización creciente en contra de la dictadura en los años finales del régimen.
La centralización del poder en la figura del Caudillo no finalizó hasta 1973, cuando Franco separó la jefatura del Estado de la presidencia del gobierno. El presidente del gobierno, designado por el dictador, tenía poder para nombrar y destituir a los ministros.
1. Fundamentos ideológicos del régimen franquista.
El franquismo fue un régimen contrario a la democracia parlamentaria y a sus principios básicos: separación de poderes, libertad de expresión, reunión y asociación. Anulados los partidos políticos, los ciudadanos sólo podían participar en el gobierno a través de los «cauces naturales»: la familia, el ayuntamiento y el sindicato (sindicato vertical).
La dictadura franquista ha suscitado un debate sobre su naturaleza y sus caracteres específicos. Algunos historiadores niegan su naturaleza fascista, alegando que no se corresponde con el modelo italiano o alemán. Argumentan como rasgos distintivos del franquismo su origen estrictamente militar, su recurso al tradicionalismo, que no se halla en otros Estados fascistas, y el papel secundario que juega la Falange en la vida política del régimen, subrayando que nunca llegó a ser un partido de masas, como sus semejantes alemán e italiano. Sin embargo, para otros especialistas, el fascismo fue una reacción de las clases dominantes europeas de la época de entreguerras contra el ascenso del movimiento obrero y de los partidos socialistas y comunistas. Una reacción que se adaptó a las condiciones concretas de cada país. Desde ese punto de vista, la dictadura de Franco respondería a la tipología de régimen fascista, pero sólo se puede calificar así durante los primeros años.
El régimen se caracterizó, desde sus orígenes, por una rotunda concentración de todos los poderes en la figura de Franco, una tendencia que se fue afirmando durante la Guerra (La Ley de la Administración Central del Estado de 1936 y el Decreto de Unificación de 1937) para acabar de consolidarse a principios de los años cuarenta.
Todas las instituciones estaban completamente subordinadas a la figura del dictador, y la totalidad de sus componentes eran designados, directa o indirectamente, por el Caudillo. La «fidelidad personal» hacia él era determinante para hacer carrera política.
Su figura se fue rodeando de una serie de símbolos y lemas orientados a resaltar el liderazgo y el papel «providencialista» de su persona: desde el «Francisco Franco, Caudillo de España por la gracia de Dios» que aparecía en todas las monedas, hasta la rotunda afirmación de los Estatutos de Falange en 1939, donde el Jefe del Estado «sólo responde ante Dios y ante la Historia». Su retrato, vestido de militar, o con el uniforme de Falange y rodeado de la bandera nacional, presidía todas las dependencias de edificios públicos, cuarteles y escuelas, al lado de crucifijos y banderas. El grito de ¡Franco, Franco, Franco! y el de ¡Arriba España! era consigna omnipresente en cualquier acto público.
Ideológicamente, el régimen franquista se basó sobre los esquemas creados durante la Guerra Civil.
El anticomunismo
En primer lugar, el anticomunismo, extendiéndose éste sobre los llamados «rojos», y que abarcaban, según la perspectiva de la dictadura, desde la extrema izquierda revolucionaria hasta la burguesía democrática. Cuando, a partir de 1950, el régimen fue admitido en las organizaciones internacionales, la propaganda franquista se centró en el mensaje anticomunista, acorde con las ideas del Bloque Occidental (Guerra Fría), moderando sus ataques hacia los Estados parlamentarios y democráticos, de cuya ayuda dependía.
El objetivo fundamental de la política franquista fue el mantenimiento del orden, basándose en el ejército como defensor de la unidad nacional, en la Iglesia como portadora de unos valores tradicionales que habían desaparecido con la República, y en la supresión de libertades.
El nacionalcatolicismo
Otro aspecto clave es la identificación de la dictadura con el catolicismo, hasta el punto de que se ha generalizado el término «nacionalcatolicismo» para etiquetar al régimen. Desde el inicio de la guerra la alta jerarquía católica se identificó con la sublevación, bautizando la causa nacionalista como «cruzada». El dominio que la Iglesia ejerció sobre la vida social de la España franquista fue absoluto: actos religiosos, procesiones, rezos públicos, proliferación de curas, monjes y monjas, y símbolos católicos por doquier. Su influencia en la educación era absoluta, desde la obligatoriedad de la enseñanza religiosa en todos los niveles, incluida la Universidad, hasta la titularidad de una gran parte de los colegios. Además, tenía plena competencia en materia de censura y una presencia constante en los medios de comunicación. Impuso una estricta moral católica, pública y privada, hasta el punto de que su incumplimiento llegó a castigarse en el Código Penal.
El tradicionalismo
Otra constante ideológica es el tradicionalismo, derivado de las ideas aportadas por los valores militares que ponían la unidad de la Patria como un valor sagrado, y que buscaban en el pasado las justificaciones de esa unidad. Las referencias al imperio español eran constantes, se exaltaban los valores de la Reconquista, las figuras de los Reyes Católicos (de cuyo escudo se tomaron las flechas y el yugo), de Carlos V (ante cuya tumba reza el Caudillo días después de celebrar la Victoria en la Guerra) o de los conquistadores (Colón, Pizarro, Hernán Cortés...). Se identificaron como antiespañoles: la democracia, el liberalismo y la autonomía de las regiones. Se eliminaron todos los elementos de identidad de las diferentes nacionalidades: se prohibió el uso de cualquier lengua que no fuera el castellano, se suprimieron todos los órganos de autogobierno y se utilizó una propaganda contundente para desprestigiar los sentimientos nacionalistas (enemigos de la Patria).
Los símbolos y la propaganda
Por último, los símbolos militares y la organización castrense impregnaron muchas manifestaciones de la vida cotidiana. La vestimenta militar o de Falange, los emblemas, los desfiles, la educación física convertida en instrucción militar, los actos continuos relacionados con la exaltación de la bandera o del himno nacional, crearon una escenografía especial durante varias décadas. La radio y la prensa recordaban permanentemente la Guerra, la victoria y el papel del Ejército en la unidad de la Patria.
A partir de los años sesenta, la modernización del país y la introducción de ideas, comportamientos sociales y costumbres extranjeras (turismo) harían pasar a un segundo plano estos valores, sobre todo en las generaciones  que no habían vivido la guerra.
2. Apoyos sociales.
El régimen contó con el apoyo de la oligarquía terrateniente y financiera al devolverles su hegemonía social y económica, recuperando sus negocios y propiedades. Fueron, además, los principales beneficiarios de la economía intervencionista de las primeras décadas del franquismo.
Más allá de estas élites, el régimen franquista contó con el apoyo de las clases medias rurales, sobre todo en el Norte y en ambas Castillas, así como de grupos urbanos beneficiados directamente por las depuraciones masivas realizadas al término de la Guerra entre funcionarios de la Administración, maestros, universitarios y militares republicanos.
Su respaldo entre los jornaleros y entre el proletariado industrial era escaso, y en algunas regiones prácticamente nulo. El grupo de campesinos era mayor que el de los obreros, se podría entender que era más numeroso el rechazo al régimen, pero muchos campesinos apoyaron al movimiento para recuperar las ideas tradicionalistas. Entre los obreros era mayoritario el rechazo al régimen y entre los campesinos se dará una situación de conformismo más generalizada. Lo mismo ocurría entre las clases medias urbanas, una buena parte de las cuales había apoyado a la República y rechazaba la dictadura franquista
Pero hay que tener claro que una cosa era la disconformidad y otra muy distinta la oposición o la protesta. La represión sistemática, el miedo a la acusación, la miseria generalizada, el hambre y el hundimiento moral de la derrota desarticularon cualquier posibilidad de reacción durante varios años. La propaganda, el aumento del bienestar a partir de los años cincuenta y el relevo generacional, hicieron que parte de esos sectores obreros y campesinos adoptaran una actitud conformista hacia el régimen.
La oposición al franquismo volverá a resurgir en los 60 y al final del régimen actuará en favor de la transición democrática.
3. Institucionalización del Estado franquista: las familias del régimen.
Todas las organizaciones que habían apoyado a la República estaban prohibidas, y sus dirigentes fueron perseguidos, encarcelados, trasladados a campos de concentración, o simplemente ejecutados. Tampoco estaban permitidos los partidos de derecha, ni siquiera los que en su día apoyaron la sublevación. Como entidad política, sólo la Falange y sus diferentes organizaciones (Milicias, Frente de Juventudes, Sección Femenina, Organización Sindical) tenían carácter legal. A partir de este momento, el término de «Movimiento» pasaba a denominar a todo el entramado de instituciones falangistas.
Una de las características de la dictadura es el hecho de que Franco no sólo se sirvió de Falange para institucionalizar el régimen, buscó a sus colaboradores entre grupos ideológicos o corporativos distintos, que constituyeron lo que la historiografía ha denominado como las familias del régimen, que tendrán como principal función ocupar los distintos puestos en las instituciones franquistas.
Falangistas
- La primera la constituye los propios falangistas. En 1939 el partido era algo muy distinto de lo que había sido durante la República. Muerto José Antonio y eliminados los dirigentes en el proceso de unificación de 1937, el nuevo partido FET (Falange Española Tradicionalista)) se organiza como una simple cantera de dirigentes para la dictadura. Por encima de cualquier valor, la disciplina y la lealtad a Franco eran los elementos esenciales para poder ascender. Eso no significa que no hubiera dirigentes que mantuvieran aún los principios falangistas, pero Franco nunca consintió que nadie pudiera acumular suficiente influencia como para hacerle sombra.
Durante los años cuarenta, y sobre todo en los primeros años de la II Guerra Mundial, cuando el principal lugarteniente de Franco era Serrano Súñer, la Falange ocupaba cerca de un tercio de los altos cargos, direcciones generales y ministerios. Luego, la derrota de las potencias fascistas hizo declinar su influencia, y desde entonces disminuyó el número de falangistas en los sucesivos gobiernos. Falange no tuvo el mismo peso que otros partidos fascistas.
El Ejército
- El Ejército era otra de las familias del régimen. La posibilidad de ocupar cargos políticos estaba condicionada por la carrera militar. Una buena parte de los militares que ocuparon puestos de responsabilidad en el régimen habían sido colaboradores directos de Franco durante la Guerra: Varela, Moscardó y Carrero Blanco. Otros, sin embargo, fueron apartados por el propio Franco, como Queipo de Llano o Yagüe, por ser muy críticos o por resultar demasiado peligrosos por su prestigio.
La presencia de militares en los altos cargos fue paulatinamente disminuyendo, aunque siempre ocuparon las carteras militares y los puestos relacionados con la defensa. Los militares nunca fueron un grupo de presión propiamente dicho, y Franco cuidó siempre de mantener al Ejército en un papel estrictamente subordinado a su persona.
Los católicos
- Un tercer grupo era el de los católicos. El golpe militar contra la República no reservaba misión especial al catolicismo, los sublevados no deseaban en modo alguno dar un tinte religioso al Movimiento. Cuando la sublevación se convirtió en Guerra Civil a gran escala, los dirigentes militares resolvieron aprovechar el auxilio católico. Paralelamente, la jerarquía eclesiástica apoyaba activamente el movimiento militar. El arzobispo de Salamanca denunciaba la persecución republicana y se mostraba a favor de un gobierno que defendiera la «Civilización Cristiana y sus fundamentos», esta actitud se pone aún más de manifiesto en el discurso del cardenal Gomá, primado de España y arzobispo de Toledo, el 3 de octubre de 1936: “Toledo ya es nuestra“. En diciembre Franco y el cardenal Gomá firmaron un acuerdo por el que el jefe del nuevo Estado prometía a la Iglesia Católica libertad para realizar sus actividades y reformar la legislación española de acuerdo con su doctrina.
Ante la resistencia del Vaticano para reconocer al nuevo régimen, Franco presionó a la alta jerarquía de la Iglesia española para emitir una declaración oficial ante la opinión pública internacional. Esta declaración fue la «Carta Colectiva» del episcopado español publicada el 1 de julio de 1937, donde la Iglesia española proclamaba sin reservas su apoyo a la causa nacionalista y otorgaba a la guerra la calificación de «cruzada». En agosto, el Vaticano reconoció al gobierno de Burgos como el gobierno oficial de España. Franco aprovechó esta disposición de la Iglesia, atribuyéndose el papel de defensor de la “Civilización Cristiana” y “Caudillo de España por la gracia de Dios”.
El gobierno franquista dio a la Iglesia los poderes que la República, en su afán por establecer un Estado laico, le había quitado: confesionalidad del Estado, prohibición del matrimonio civil, monopolio de gran parte de la enseñanza, etc. Muchos de los colaboradores de Franco procedían de las asociaciones religiosas, únicas permitidas al margen de Falange. La Asociación Católica Nacional de Propagandistas y más tarde el Opus Dei suministraron dirigentes a las instituciones franquistas, en su mayoría jóvenes y con un nivel de formación superior al de otras élites del régimen. Estuvieron siempre representados en el Gobierno, y algunas carteras, como Educación, eran tradicionalmente suyas. Sólo a raíz del Concilio Vaticano II, en 1962, se produjo un distanciamiento progresivo entre la jerarquía eclesiástica y la dictadura, que terminó incluso en serios conflictos en los años setenta. Ello no impidió que miembros del Opus Dei se mantuvieran en el poder hasta la muerte del dictador.
Los monárqicos
- Los monárquicos se constituían como el grupo más heterogéneo dentro de las familias del régimen. Los carlistas ocuparon un papel minoritario en los gobiernos franquistas, aunque éste les reservó durante muchos años la cartera de Justicia. El resto apoyaba mayoritariamente la tesis de que la dictadura debía dejar paso, terminada la Guerra, a la restauración monárquica, encarnada a partir de 1941 en la figura de Don Juan de Borbón. Pero la actitud de Franco resultó decepcionante para ellos, ya que se negó a ceder el podera D. Juan.
A pesar de todo, muchos monárquicos continuaron colaborando con el régimen y ocupando parcelas de poder. Siempre tuvieron carteras en los Gobiernos franquistas, y en algunos sectores, como la diplomacia, tenían un peso importante.
En realidad, todas estas familias no dejaban de ser ficticias. Franco, que carecía de una ideología política clara, elegía a sus colaboradores al margen de etiquetas. La lealtad personal, la eficacia, la prudencia y la carencia de mayores ambiciones eran los principales criterios de selección. También procuraba evitar que nadie acaparara demasiado poder. Su relación con los ministros era siempre de distanciamiento y de una enorme frialdad. Buscó continuamente equilibrar la participación de los diferentes grupos en el Gobierno y en los altos cargos del sistema, siguiendo la vieja consigna de dividir y enfrentar tendencias para contrarrestarlas.
La institucionalización del régimen franquista se realizó a través de sucesivas leyes orgánicas: 
El Fuero del Trabajo (1938), que regulaba las relaciones laborales y prohibía el derecho a la huelga, cede el monopolio de las relaciones laborales a la Organización Sindical de Falange (sindicalismo vertical). Acaba con el sindicalismo de clase.
La ley Constitutiva de las Cortes (1942).
Se realizó una vez que la Guerra Mundial comenzaba a decantarse para los Aliados. Con esta ley, el régimen convocaba a la participación del pueblo en las tareas del Estado mediante la institución de una Cámara representativa, cuyos miembros eran designados, en su mayoría, directamente por Franco. 
El Fuero de los Españoles (1945), declaración de los derechos y deberes de los españoles, aunque los derechos podían ser suspendidos cuando el Gobierno lo considerase oportuno. Se realizó como medio para evitar una posible intervención aliada en España tras la Segunda Guerra Mundial.
La Ley de Referéndum Nacional (1945), por la cual se podían someter a referéndum las cuestiones que el Jefe del Estado considerara oportunas. También se considera como un medio de propaganda de que el régimen no era una dictadura fascista tras la Segunda Guerra Mundial.
La Ley de Sucesión a la Jefatura del Estado (1946) según la cual España era un Estado católico, que de acuerdo con la tradición histórica se constituye en Reino. Autoriza a Franco a proponer a su propio sucesor, este sería el hijo de D. Juan de Borbón, JuanCarlos.
Ley de Principios del Movimiento Nacional (1958). Realizado para establecer los principios institucionales del nuevo régimen tras el final del aislamiento de España.
La Ley Orgánica del Estado (1967). Realizada con el objetivo de mostrar al exterior que el régimen franquista era un régiemn democrático y que sí podía ingresar en la CEE tras el fracaso de 1962 con el llamado Contubernio de Múnich.



Conclusión
El Estado franquista tuvo desde el principio una idea clara de organización y funcionamiento: todos los aspectos de la vida política, social y económica estaban subordinados a Franco.
Mantuvo una serie de principios como el anticomunismo, el nacinalcatolicismo,  el tradicionalismo y los valores militares. A pesar de declararse antidemócrata y antiliberal tuvo que «enmascarar» estas ideas para poderr ingresar en la CEE, aunque nunca las abandonaría.
Considera «enemigos de la Patria» a los nacionalistas, culpables de la debilidad de España, también a los demócratas y liberales que llevaron a España a la ruina y «provocaron» la Guerra Civil. Su figura se presenta como la de un «salvador» y para ello se sirve de un fuerte sistema propagandístico, además de la depuración que realizó sobre cualquier tipo de oposición que existiese hacia su persona.
La Iglesia se puso a su servicio a cambio de recuperar todo lo que la República le arrebató, y cumplió una función importantísima en la difusión de los valores tradicionales que el régimen necesitaba para asegurar su continuidad.
Las familias del régimen cumplieron una «función meramente institucional», ya que el verdadero poder residía en el propio Franco. La «lealtad hacia su persona» era el auténtico valor necesario para realizar una carrera política adecuada.
La aparición de nuevos valores en la década de los 60 y la intención de conseguir ingresar en la CEE, permitieron que apareciesen un grupo de políticos, dentro del franquismo, que posibilitaron la transición hacia la democracia una vez muerto Franco.


El Fuero del Trabajo
En los años de guerra, la Junta Política y el Consejo Nacional, presididos por Franco, aprobaron el Fuero del Trabajo (marzo de 1938), copia de la Carta di Laboro italiana. En este documento el régimen intentaba aplicar la doctrina falangista al mundo del trabajo. El Fuero regulaba las retribuciones de los trabajadores, nombraba la magistratura para los conflictos laborales, expresaba la organización de la empresa y la propiedad, la organización sindical, así como el desarrollo de la seguridad social.
Frente al sindicalismo horizontal de clase, la ley de Unidad Sindical creaba los sindicatos verticales que englobaban obligatoriamente a empresarios, técnicos y trabajadores bajo la jerarquía de Falange. Los sindicatos en cada rama de la producción estaban controlados por el gobierno. La política salarial era determinada por el gobierno e impuesta a empresarios y trabajadores.
La huelga era declarada como delito contra la patria. Para compensar esta falta de libertad y la inexistencia de un seguro de desempleo, se imponía la estabilidad en el mismo, de forma que los empresarios tenían graves dificultades para despedir a sus obreros. La seguridad social quedaba ampliamente desarrollada para cubrir las necesidades del mundo del trabajo. En 1943 el falangista José Antonio Girón, ministro de trabajo, creó el seguro obligatorio de enfermedad, completado después por el de maternidad, vejez e invalidez, accidentes, enfermedades profesionales y desempleo.

Fuero de los españoles
Artículo 6°.- La religión católica será protegida por el Estado, pues es reconocida como religión oficial. El Estado, no obstante, asume la protección de la libertad religiosa, la moral y el orden público (...)
Art. 10. Todos los españoles tienen derecho a participar en las funciones públicas de carácter representativo, a través de la Familia, el municipio y el Sindicato, sin perjuicio de otras representaciones que las leyes establezcan. (…)
Artículo 12°.- Todo español podrá expresar libremente sus ideas mientras no atenten a los principios fundamentales del Estado (...)
Artículo 22°.- El Estado reconoce y ampara a la familia como institución natural... El matrimonio será uno e indivisible. Se protegerá a la familia numerosa (...)
Artículo 30°.- Se reconoce y ampara por parte del Estado la propiedad privada. Toda forma de propiedad se subordina a la necesidad de la Nación y al bien común.
Artículo 33°.- El ejercicio de los derechos que se reconocen en este Fuero no podrán atentar a la unidad espiritual, nacional y social de España (...)
El Pardo, 17 de julio de 1945. Francisco Franco.