La Dictadura de Primo de Rivera (1923-1930). 


Introducción.
1. Causas del golpe de Estado.
2. El Directorio Militar (1923-1925)
3. El Directorio Civil (1926-1930)
4. La oposición a la Dictadura y la caída de Primo de Rivera.  
5. El Gobierno de Berenguer.
6. Conclusión.

Introducción.
El contexto histórico en el que se desarrollará el nuevo régimen de Primo de Rivera no es otro que el de la Europa de entreguerras (1919-1939), marcado por el ascenso al poder de las dictaduras, tomando como referencia el ascenso de Mussolini, y la crisis de las democracias en la mayor parte de Europa.
La crisis de 1917 y la crisis del sistema político de la Restauración (sistema canovista) fueron los detonantes del golpe de Estado de Primo de Rivera. El Desastre de Annual (Guerra de Marruecos) y la paralización del expediente Picasso trajeron consigo la intervención del Ejército, otorgándose el papel de los salvadores de la Patria.
El desorden social caracterizado por oleadas de huelgas y ascenso de movimientos obreros también motivaron el Golpe de Estado, entendiéndose el cambio de régimen como una solución a la crisis política, social y económica de España, los militares vuelven a tomar el poder.
La crisis del 29 marcará el final de la dictadura de Primo de Rivera y la posterior proclamación de la II República.
1. Las causas del golpe de Estado.
En 1923 los rumores sobre un golpe de Estado estaban a la orden del día entre la opinión pública, la prensa denunciaba continuamente las actividades conspiradoras. Las causas que originaron el golpe de Estado se relacionan con la crisis de 1917 y la Guerra de Marruecos, teniendo en cuenta que ambos factores motivaron el desorden social que era generalizado en todo el país a comienzos de la segunda década del siglo XX. 
a) El desastre de Annual (1921) provocó en el Ejército la exigencia de un cambio político, a través de presupuestos y medios más cuantiosos que permitieran responder militarmente y vengar la humillación sufrida. En la opinión pública se desató un movimiento de indignación y oposición contra la guerra, al tiempo que exigían responsabilidades a los culpables. Ante la negativa del Gobierno a aumentar los gastos para financiar un desembarco en el Norte de África, varios jefes militares se sumaron al golpe.
b) El expediente Picasso provocó fuertes enfrentamientos en las Cortes y en el estamento militar, que no quería que siguiera adelante, ya que se derivaban responsabilidades de los puestos más altos del ejército, incluyendo al propio rey Alfonso XIII.
c) El auge del nacionalismo en Cataluña y el País Vasco era visto con recelo por los grupos más derechistas. Cambó había participado en varios gobiernos de concentración, para ciertos sectores (Ejército) esto era una amenaza para la unidad de la Patria.
d) La división dentro de los partidos Conservador y Liberal y el ascenso de socialistas y republicanos alarmaba a la oligarquía y a los militares conservadores. Además, en 1921 había sido fundado el Partido Comunista de España (PCE) que seguía las directrices revolucionarias de los bolcheviques rusos. El desorden público asustaba a las clases dirigentes, por lo que un «gobier­no autoritario» frenaría definitivamente la protesta social y el auge del movimiento obrero.
e) La opinión pública, desengañada del régimen e indignada por la corrupción política, la inflación y la cuestión marroquí, presio­naba en el mismo sentido: «un gobierno dirigido por un hombre de hierro que pusiera orden».
f) El apoyo del Rey que colaboró con el golpe al no oponerse al mismo y contribuir a afianzar el pronunciamiento.
g) El contexto internacional: la crisis generada por la I Guerra Mundial, el triunfo de la revolución en Rusia en 1917, influía en los movimientos radicales y militaristas. En 1923 se había producido la instauración de un gobierno fascista en Italia, mientras que en los países del centro de Europa predo­minaban los gobiernos autoritarios y desaparecían las democracias. El golpe de Estado coincide en el tiempo con el ascenso de Mussolini al poder y el fracasado intento golpista (noviembre) de Hitler.
2. El Directorio Militar (1923-1925).
La conspiración se creó a partir de las elecciones de 1923, cuando un grupo de generales, y entre ellos varios africanistas, llegaron al acuerdo de dar un golpe de Estado e instaurar un Gobierno fuerte. Tras un intento fallido para contar con el apoyo del Rey, optaron por organi­zarse sin él, y acordaron que fuera Primo de Rivera, Capitán General de Cataluña, quien lo dirigiera.
Popular entre la burguesía y los patronos catalanes por su talante duro contra los anarquistas, Primo de Rivera se sublevó el 13 de septiembre contra el Gobierno. Pese a la oposición y el intento de reacción de éste, el golpe triunfó gracias al silencio, primero, y al apoyo, más tarde, de Alfonso XIII, que acabó por encargar al General formar Gobierno el día 14 de septiembre.
La Dictadura se presentó al país a través de un Ma­nifiesto (texto), como un proyecto de re­generación de los males del país. Se trata de corregir los defectos del sistema político y eliminar el caciquismo, nunca de acabar con el sistema parlamentario. Sin embargo, las primeras medidas adoptadas se orientaron a implan­tar una Dictadura férrea y así conseguir su verdadero objetivo: restablecer el orden social.
El día 15 el Rey aceptó la propuesta de nom­brar ministro único a Primo de Rivera (imagen), a quien asistiría, a título consultivo, un Directorio Militar (imagen) compuesto exclusivamente por jefes militares (Dictadura de carácter personalista).
Entre sus primeras acciones de gobierno destaca:

  • Sustitución de todos los gobernadores civiles por militares.
  • Cambiar a la mayor parte de los altos cargos de la Administración por militares o por funcio­narios partidarios al nuevo régimen.
  • Decretó la suspensión de las garantías constitucionales sobre tiempo de deten­ción, mandamiento judicial previo, libertad de domicilio, asociación, reunión y expresión, para restablecer el orden social.
  • Disolvió el Congreso y la parte elec­ta del Senado (el poder legislativo quedaba eliminado).
  • Se estableció una férrea censura de prensa, con poder suficiente para suprimir cualquier alusión crítica a la Dictadura y filtrar cualquier información no oficial sobre la guerra de Marruecos.

El dictador contó, pese a la dureza de las decisiones tomadas, con el respaldo popular y con el silen­cio de los partidos de la oposición. En 1924 comenzó un proceso de institucionalización del régimen, que se pro­longará hasta finales de 1925, es la etapa que se conoce como del Directorio Militar (1924-1925).
La acción política tuvo como objetivos: acabar con los viejos partidos de la Restauración y el régimen parlamentario establecido por el sistema canovista. Sin embargo, la Dictadura no tocó la base real del sistema: la oligarquía de terratenientes (caciques) e industriales, aunque lo intentó (Estatuto Municipal 1924).
El Estatuto Municipal de 1924 (Calvo Sotelo) tenía como objetivo dotar de una mayor autonomía económica a los municipios y acabar con el caciquismo, pero en la práctica, la autonomía quedó muy restringida, al darse a los gobernadores excesivas competencias. Los gobernadores nombraban a los alcaldes y diputados provinciales, aumentando así la centralización y el control férreo del Estado. Sin embargo, sí se produjeron algunos avan­ces económicos y sociales (inversiones en regadíos, alcantarillado, dotaciones escolares y sanitarias, etc) que fueron posibles por la prosperidad eco­nómica en la que se desarrolló el régimen.
Eliminada la actuación de los partidos y suspendidas las Cortes, era necesario crear un partido para ocupar los poderes locales y nacionales. En 1924 nace Unión Patriótica, bajo una dirección militar.
El problema regionalista fue uno de los grandes fracasos de la Dictadura. Pese al apoyo recibido por la burguesía catalanista en el momento del golpe, el General identificaba regionalismo con separatismo, por lo que prohibió el uso de la bandera catalana y su himno nacional, restringiendo el uso del catalán al ámbito privado. Durante todo este periodo se reprimieron las manifestaciones culturales y políticas del catalanis­mo, por lo que muchos regionalistas terminarán apoyando a la República (Estat Catalá de Francesc Maciá).
El orden público fue una de las obsesiones de Primo de Rivera, para quien el movimiento obrero, las acciones anarquistas y la delincuencia eran una misma cosa. Se dictaron instrucciones a los gobiernos civiles para reprimir cualquier tipo de manifestación, al tiempo que se establecía una rígida censura de prensa. Tras una etapa inicial en la que se produjeron algunas ejecuciones y encarcelamientos, las protestas desaparecieron.
Sin duda, el gran éxito del Directorio militar fue terminar con la guerra de Marruecos. Primo de Rivera, partidario de aban­donar la guerra y negociar, cambió su posición por las protestas de los africanistas, encabezados por Sanjurjo y Queipo de Llano y por los jefes del Tercio, Millán Astray y Franco. Aunque lo que hizo cambiar la postura del Dictador fue el error cometido por Abd-el-Krim, que tras derrotar a las tropas españolas, realizó una incursión sobre el protectorado francés en 1925. Francia propuso una operación conjunta con España, acordándose un desembarco de tropas españolas en la retaguardia marroquí.
El desembarco de Alhucemas (septiembre 1925) permitió romper en dos la zona controlada por los marroquíes, cuyo frente se desmo­ronó. A mediados de 1926 Abd-el-Krim se entregó a los franceses. La victoria en Marruecos le otorgó a Primo de Rivera un gran prestigio: le reconcilió con los militares africanistas, elevó su popularidad y le permitió renovar el apoyo de la oligarquía.
3. El Directorio Civil (1926-1930).
Tras el desembarco de Alhucemas, Primo de Rivera propuso al Rey la sus­titución del Directorio Militar por un Gobierno civil, una vez conseguido el orden social y la estabilidad política. El Ejército retornaba a los cuarteles, aunque permanecían suspendidas la Constitución y ciertas libertades.
El proceso de institucionalización se realizó mediante la formación de una Asamblea Nacional Consultiva (1927). Constituida por 400 miembros elegidos mediante sufragio restringido por municipios, provincias, Iglesia, Ejército, intelectuales, empresarios y terratenientes, tenía como misión elaborar una nueva Constitución. Tras un periodo largo de trabajo, el proyecto se presentó en 1929 y no contentó a nadie. Organizaba un Estado sin soberanía nacional ni división de poderes, con una Cámara única, la mitad de cuyos miembros eran nom­brados por la Corona, y en el que se otorgaba al Rey una enorme capa­cidad legislativa y ejecutiva, hasta el punto de que el propio Primo de Rivera se opuso al texto. Al final, tanto la Asamblea Nacional como la Unión Patriótica demostraron ser un fracaso, ya que no obtuvieron el respaldo popular ni eran una alternativa viable a la Dictadura. De hecho, si ésta sobrevivió hasta 1930 fue por la victoria militar en Marruecos y la prosperidad económica y social de la segunda mitad de la década, aprovechada por el Gobierno para realizar una política de carácter populista.
Las inversiones en carreteras y obras hidráu­licas son buena muestra de esa política, como lo fue el enorme creci­miento de la deuda, que deberían gestionar, años después, los gobier­nos republicanos.
La política social de la Dictadura se caracteriza por su naturaleza «paternalista», como se refleja en El Código de Trabajo (1926) que regulaba los contratos, los tribunales labora­les y los accidentes laborales; el subsidio para las familias numerosas; el seguro de maternidad (1929); y el apoyo económico a los emigrantes.
En 1926 se creó la Organización Corporativa del Trabajo, una orga­nización mixta (número de obreros y de patronos era idéntico) para la regulación de los problemas laborales. Provocó fuertes críticas tanto desde la derecha como desde la izquierda, que denunciaba a la OCT por ser un instrumento creado para acabar con el sindicalismo de clase. A pesar de las críticas, la OCT triunfó debido a la buena situación económica y al desgaste de las organizaciones obreras por tantos años de lucha y represión.
4. La oposición a la Dictadura y la caída de Primo de Rivera.
La oposición al ré­gimen estaba constituida por un amplio abanico ideológico-político.
Muchos políticos de los partidos del turno se negaron a colaborar con Primo de Rivera y exigió a Alfonso XIII el res­tablecimiento de la Constitución y la convocatoria de elecciones, ante la negativa del Rey, muchos de ellos optaron por la tendencia republicana.
En 1926 nace Alianza Republicana (Manuel Azaña), que realizará una conspiración lenta pero importante en los años siguientes.
El descontento en el Ejército provocado por rivalidades personales, arbitrariedades de Primo de Rivera en los ascensos, incidentes como «la Sanjuanada» de 1926, que enfrentó al Arma de Artillería con el régimen, y la oposición de los sectores más liberales del Ejército (Queipo de Llano, Weyler y Aguilera). En 1929 eran muchos los oficiales que conspiraban contra Primo de Rivera.
La oposición de los intelectuales, aunque algunos de ellos apoyaron la Dictadura, la mayoría se opuso (Unamuno). Ortega y Gasset, que al principio creía en el mensaje regeneracionista de Primo de Rivera, se definió finalmente en contra.
La izquierda obrera que pasó por una fase de conformismo, volvió a movilizarse y a iniciar una clara oposición, especialmente desde 1929, cuando la crisis económica sacudió de nuevo al país.
La descomposición de la Dictadura se precipitó tras la propuesta de Constitución de la Asamblea Nacional que generó un rechazo total en el país. En 1929 un intento de sublevación militar fracasado demos­tró lo extendido que estaba el descontento en el Ejército. Primo de Rivera disolvió el Arma de Artillería (organizar el golpe de Estado), provocando así una mayor indignación entre los militares.
En este año se sucedieron numerosas manifestaciones en la Universidad, protagonizados por los estudiantes organizados en la Federación Universitaria Española (FUE). El Gobierno respondió cerrando la Universidad de Madrid, lo que hizo aumentar las  movilizaciones en contra del Régimen. Muchos inte­lectuales (Menéndez Pidal) abandonaron sus cátedras y apoyaron a la FUE.
Tras el desastre económico motivado por la caída de la Bolsa de Nueva York en 1929 (Wall Street), a las manifestaciones estudiantiles se sumó una oleada de huelgas provocadas por el hundimiento de la pese­ta, la crisis financiera y la inflación. Industriales y financieros critica­ban la política gubernamental.
Primo de Rivera, cansado, enfermo, presionado por el Ejército y una oligarquía des­contenta, incapaz de dominar la calle, intentó por última vez conseguir el apoyo de la Corona. Pero Alfonso XIII aplazó su respuesta, cons­ciente de que ya no podía respaldarle. El 27 de enero de 1930 el Dictador presentó su dimisión al Rey, cuando éste ya realizaba gestio­nes para sustituirle. Tras despedirse del país con un nuevo Manifiesto, se exilió en París, donde murió pocas semanas después.
5. El gobierno de Berenguer: la transición a la República.
Alfonso XIII encargó formar Gobierno al General Berenguer. Su objetivo declarado era la vuelta al régimen constitucional, como si nada hubiera ocurrido a partir de 1923, pero tal propósito era imposible de cumplir. Berenguer no era un político hábil y además no contó con el apoyo necesario.
La lentitud con que se restablecieron las libertades constitucionales y la falta de rigor en el proceso de vuel­ta al sistema político parlamentario debilitaron el poco prestigio de Berenguer, su gobierno fue calificado por la prensa de Dictablanda.
El Gobierno cometió el error de desarrollar una política económica de restricción de inversiones y de eliminación de gastos públicos para equilibrar el presupuesto. El resultado fue que la producción se hundió más, aumentó el paro y aumentaron las protestas tanto de los empresarios como de los obreros.
A lo largo de 1930 la oposición fue creciendo. Muchos políticos de prestigio expresan su oposición a Alfonso XIII, mientras que otros, como Alcalá Zamora o Miguel Maura se declararon republicanos. Sólo los monárquicos más intransigentes mantuvieron su apoyo al Rey a través de la Unión Monárquica Nacional, construida a partir de la Unión Patriótica primorriverista.
El movimiento republicano experimentó en 1930 un crecimiento decisivo:
Grupos nacionalistas catalanes y gallegos veían en la República la posibilidad de conseguir sus estatutos de autonomía.
El movimiento obrero pasó a defenderla, tanto el PSOE como la UGT se declararon a favor de ella en 1930, e incluso la CNT, que volvía a actuar en la legalidad, optó por apoyarla.
Intelectuales y estudiantes se alinearon igualmente contra la monarquía.
El republicanismo también fue aceptado por oficiales de ejército (Cuerpo de Aviación y el Arma de Artillería).
En agosto de 1930 se reunieron los representantes de los princi­pales partidos republicanos y regionalistas. El Pacto de San Sebastián (texto) significó la formación de un frente unido contra la monarquía. Se organizó un Comité Revolucionario, encabezado por Alcalá Zamora, encargado de contactar con los milita­res republicanos para organizar un levantamiento, y con los líderes obreros, puesto que sin el apoyo de los trabajadores era imposible triunfar. Aunque la mayoría de los líderes socialistas eran reacios a aceptar, tras el mitin de la plaza de las Ventas de septiembre, la cúpula socialista se sumó al Pacto en octubre. También la CNT decidió apoyar la conspiración. El frente de oposición estaba cerrado, y el Comité Revolucionario empezó a formar un gobierno provisional para la República.
Se preparó un golpe militar para el 15 de diciembre, dirigido por Queipo de Llano y Ramón Franco. Pero otros jefes militares se adelantaron y se pronunciaron en Jaca por la República (12 de diciembre). Fueron fácilmente reducidos y la mayor parte de los miembros del Comité Revolucionario eran detenidos y encarcelados, mien­tras el resto pasaba a la clandestinidad.
Mientras se instruían los juicios por la sublevación, los sindicatos y la FUE desataron una oleada de movilizaciones. En enero y febrero de 1931 la opinión pública se manifestó claramen­te en favor de la oposición. Para entonces Berenguer ya no tenía apenas apoyos. Ese mismo mes anunció su decisión de convocar elecciones. Se intentó crear un partido monárquico para ganarlas, pero sólo los sectores más conservadores estaban dispuestos a colaborar con Alfonso XIII.
Monárquicos antialfonsinos reclamaron que las elec­ciones generales fueran precedidas de las municipales, de esta forma estarían preparados para las generales en función del resultado. La oposición anun­ciaba que pediría la abstención. En esa situación Berenguer presentó su dimisión.
Alfonso XIII encargó formar Gobierno al Almirante Aznar, que se limitó a convocar elec­ciones municipales para el día 12 de abril. Estas se realizaron sin incidentes y sirvieron como sondeo ante las legislativas poste­riores. Cuando se empezaron a cono­cer los resultados, ambos bandos, monárquico y republicano, sacaron sus conclusiones. Aunque la mayoría de los concejales elegidos eran monárquicos, los republica­nos habían ganado de manera contundente en la totali­dad de las capitales de provincia y en las ciudades importantes, donde el sufragio era más abierto y limpio. La abstención, muy elevada, se había producido en el campo, en las zonas monárquicas en las que el bando republicano había decidido expresamente no participar. Como reconoció el propio Almirante Aznar el día 13 a los periodistas: “el país se había acostado monárquico y se había levantado republicano”.  El 14 de abril de 1931 se proclamaba la II República.
6. Conclusión.
Primo de Rivera tenía claro que su objetivo primordial era la consecución del orden social. Restablecido el orden social con el cambio de forma de Estado dentro del régimen de la Dictadura (Directorio Civil) surge la inestabilidad política, social y económica, acentuada con el fracaso del proyecto constitucional de 1929 y la caída de la Bolsa de Nueva York.
El resultado de estos fracasos será la identificación del régimen de la dictadura con la monarquía y provocará el ascenso entre los distintos sectores políticos y sociales de la opción republicana como alternativa (Pacto de San Sebastián).
La Crisis del 29 afectará a España en la transición de la monarquía a la II República, y en el desarrollo político de ésta, siendo uno de los factores que marcará el fracaso del la República y una de las causas del enfrentamiento armado en la Guerra Civil (1936-1939).